Pinturas Viejas
Estoy un poco menos triste hoy, tal vez por eso puedo escribir.
Hoy le escribo a Lacan, porque desde antes de conocerlo me tachó, me dejó sin respuesta alguna y me encuentro buscándola en todos lados, incluso en mi closet.
Hoy le escribo a Lacan, porque desde antes de conocerlo me tachó, me dejó sin respuesta alguna y me encuentro buscándola en todos lados, incluso en mi closet.
A veces la veo.
Pasa desapercibida en la
salida, me da la espalda siempre, pero yo siempre la miro con recelo, tal vez
un poco extrañada. Tengo ganas de hablarle, de preguntarle cómo va su vida, si
sabe algo de él, y cómo hizo para olvidarlo. Me rompe un poco el corazón pensar
que nunca la conoceré. Ella sabe de mí, yo de ella, pero nunca nos hemos visto
más que de lejos, conscientes que la otra existe, pero no me atrevo a
preguntarle.
Antes me dolía su existencia, era una constante
interrogante de cómo ser la mujer que se espera ser, pero ahora, que me
encuentro en la sin sentido de la noche, me pongo en la posición de que tal vez
ella tampoco tuvo la respuesta y por eso lo dejó ir. Somos dos seres sin
sentido, pero ella en su belleza sabe darle significado a las cosas. Aún no
entiendo cómo se existe sin tenerlo en su mente todo el día. Ella tiene la
respuesta que busco ahora, espero algún día me la dé.
Mientras tanto, la veo en las pinturas, en mi
reflejo, en las sombras de media noche y los llantos flojos de cada mes.
Quisiera encontrarla pronto, caer en sus brazos y sollozar hasta que sepa cómo
consolarme porque aún no la conozca, siento que sabría cómo. No es mi amiga, no
quiero que lo sea, pero alguien debe entender cómo me siento ahora, incluso sin
tratar de explicarme cómo salir, solo entender.
Es tan raro extrañarle sin tocar. ¿Cómo se
anhela lo que no se ve? Él nos olvidó a las dos, a ella en un baúl dentro de
una funda, donde quepan todos los recuerdos que creó para seguir enamorada; la
olvidó en una pintura recostada a la pared, para no ver su nombre. A mí junto a
ella, viéndola, hablándole en las noches para hacerme compañía, me dejó con la
esperanza en el pecho y la duda en la espalda, ambas a punto de encontrarse
para hincarme el alma a interrogantes, a preguntas de madrugada, para ser La
mujer.
Espero pronto, darle vuelta a la pintura, verla en su esencia y aceptar
el olvido. Aceptar el olvido es mucho más fácil que un encuentro. Dejaré que
ella responda por mí, porque sigo sin nombre, aún no lo encuentro.
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