Las Utopías Grises
Mi padre era un hombre gris. Vestía siempre con corbatas alineadas y su tono nunca cambiaba, a menos que habláramos del horizonte. En ese momento, sus ojos se incendiaban, recogían un color marfil, llegaba a pensar que era pintura recién mezclada. Me contaba de la sensual imposibilidad de alcanzar el horizonte, de llegar a él. Cómo trepar la loma más alta del campo para bajarla corriendo, en busca de la puerta abierta para personas como él. También sobre cómo la sensación de tirarse del barranco y fingir que estás volando, puede abrirte las puertas del horizonte. Me hablaba de utopías sepultadas en la infinidad de esa línea. Recuerdo una vez pregunté -impertinente yo- : “Papá, ¿y las lápidas de esas utopías?” “Las ves todos los días Gonzalo” “Pero papá, ¿cuáles son?” “Qué son” - me recalcó la importancia de hacer bien una pregunta - “¿Qué son?” “Las estrellas, chicuelo” “¿Y qué tienen que ver las estrellas con la muerte?” “Tienen más de lo que deberían...