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Mostrando entradas de diciembre, 2018

Las Utopías Grises

Mi padre era un hombre gris. Vestía siempre con corbatas alineadas y su tono nunca cambiaba, a menos que habláramos del horizonte. En ese momento, sus ojos se incendiaban, recogían un color marfil, llegaba a pensar que era pintura recién mezclada. Me contaba de la sensual imposibilidad de alcanzar el horizonte, de llegar a él. Cómo trepar la loma más alta del campo para bajarla corriendo, en busca de la puerta abierta para personas como él. También sobre cómo la sensación de tirarse del barranco y fingir que estás volando, puede abrirte las puertas del horizonte. Me hablaba de utopías sepultadas en la infinidad de esa línea. Recuerdo una vez pregunté -impertinente yo- : “Papá, ¿y las lápidas de esas utopías?” “Las ves todos los días Gonzalo” “Pero papá, ¿cuáles son?” “Qué son” - me recalcó la importancia de hacer bien una pregunta - “¿Qué son?” “Las estrellas, chicuelo” “¿Y qué tienen que ver las estrellas con la muerte?” “Tienen más de lo que deberían...

Las aventuras de Tri y Gonza.

Hace más de un año, declaré (¿?)  o bueno, enseñé (¿¿¿¿????) este texto en un pequeño encuentro entre personas que nos gustan las letras, hoy me dan ganas de enseñarlo, porque ese mismo día tomé una decisión que me hizo bien. Hoy toma otra, en silencio, con el alma un poco más triste pero más sabia. Era de noche y el mar arañaba la costa, como si quisiera aferrarse a ella y no volver por la corriente. Y se repetía una y otra vez la desesperación del agua por mantenerse abrazada a la arena. Empezaba el viento a dancearle las ideas, y bailaba su cabello con los latidos del corazón. Vivía ensoñada con que era mar.  Se sentó y veía más allá del horizonte y cantaba "soy mar, soy mar" -más para mí que para ella, nunca le creí-  Yo, presenciando actos pueriles que nacían del alma que ella me ocultaba en las mañanas.  Cuántas veces vivió repitiéndome -más para ella que para mí- que detestaba la playa. Con las horas pesadas, me encontré con sorpresa su mirada enamorada...

Pinturas Viejas

Estoy un poco menos triste hoy, tal vez por eso puedo escribir. Hoy le escribo a Lacan, porque desde antes de conocerlo me tachó, me dejó sin respuesta alguna y me encuentro buscándola en todos lados, incluso en mi closet. A veces la veo.  Pasa desapercibida en la salida, me da la espalda siempre, pero yo siempre la miro con recelo, tal vez un poco extrañada. Tengo ganas de hablarle, de preguntarle cómo va su vida, si sabe algo de él, y cómo hizo para olvidarlo. Me rompe un poco el corazón pensar que nunca la conoceré. Ella sabe de mí, yo de ella, pero nunca nos hemos visto más que de lejos, conscientes que la otra existe, pero no me atrevo a preguntarle. Antes me dolía su existencia, era una constante interrogante de cómo ser la mujer que se espera ser, pero ahora, que me encuentro en la sin sentido de la noche, me pongo en la posición de que tal vez ella tampoco tuvo la respuesta y por eso lo dejó ir. Somos dos seres sin sentido, pero ella en su belleza sabe darle signi...